Antecedentes Biográficos de Fabre D’Olivet

Este autor nació en Ganges (Herault), calle del Juego del Balón, el 8 de diciembre de 1767. Haefer, en su diccionario biográfico le da el nombre de Michaud y el de Fétis, en su diccionario de los músicos, lo llama Antonio, que es su verdadero nombre.

La familia de su madre había sido casi extinguida en la época del Edicto de Nantes; sólo un niño de 8 años se libró de la matanza. Fue el abuelo de Antonieta d’Olivet, madre del inmortal teósofo. Por su parte, Antonio era sobrino de Juan Fabre, autor de “El Hombre Criminal” (1756).

Sus padres, dueños de la posada de los “Trois Rois”, lo destinaron al comercio, y por esta razón lo mandaron a París en 1780. Allí, pese a su poca edad, se aficionó a las letras y a la música. El célebre Dr. Sigault, a quien conocía, notó su inteligencia despierta y le hizo hacer estudios médicos casi completos.

Durante su adolescencia, se dio a conocer en los salones que frecuentaba con unos versos adaptados a las circunstancias. Algunos de esos versos tuvieron tal éxito que se atribuyeron a Fabre d’Eglantine. A fin de evitar una confusión molesta, el joven poeta pidió y obtuvo el derecho legal de agregar el apellido de su madre al suyo.

Escribió algunas obras teatrales que fueron representadas en el teatro de los Asociados, entre otras, el “Genio de la Nación” o los “Moralistas Pintorescos”, pieza heroico-cómica (1789), el “Amphigouri” (1794), el “Espejo de la Verdad” (1791).

En 1790 compuso una Oda que gozó de cierta fama, aunque quedó manuscrita, a propósito de la nominación de Rabaud Saint Etienne, como diputado a la presidencia de la Asamblea.

Entonces, en el momento en que, renunciando al comercio, resolvió vivir únicamente del trabajo de su pluma, la Revolución arruinó a su padre, como lo declara en un manuscrito corto y de pocas hojas, titulado MIS RECUERDOS.

Es en esa época que, para evitar la quiebra, fue a Alemania donde logró obtener unos plazos para los vencimientos. Al mismo tiempo recibió allí una Iniciación Pitagórica que imprimió una huella profunda en todas sus producciones futuras.

Después de haber salvado algunos restos del patrimonio familiar, los que permitieron a sus padres y a sus hermanas menores vivir modestamente en Saint Hippolyte dur Gard, Fabre d’Olivet regresó a París y se dedicó por entero a unos estudios filológicos y filosóficos, a pesar del formidable torbellino del huracán revolucionario. Para vivir modestamente se entregó a algunos trabajos de literatura corriente. Publicó poesías en un diario titulado “El Invisible”, novelas en una colección bimensual, con el seudónimo de Mme. de B., un manual de juegos de sociedad que tuvo un gran éxito, y por fin la primera edición anónima de “Alazais”.

Su hermano que hacía su servicio militar fue muerto en la desgraciada expedición de Santo Domingo. En cuanto a él, gracias a la recomendación de Bernadotte, a quien conocía desde el año 1789, pudo entrar en el Ministerio de la Guerra, en la Oficina del personal de los ingenieros con un sueldo de 3.000 francos. Falsas informaciones le valieron el odio de Napoleón, y fue mediante la protección del Conde Lenoir de la Roche que fue eliminado de la lista de doscientos proscritos que se mandaron a las costas de África, donde murieron. Se cree que dejó este empleo en 1802 para ingresar al Ministerio del Interior que abandonó muy luego. Su pensión fue liquidada por el Duque de Feltre, y quedó doce años en retiro, trabajando con perseverancia. En esa época conoció a Valentina Hauy, quien le ayudó eficazmente para el desarrollo material de sus empresas. Escribió entonces muchas romanzas e hizo grabar un quator para dos flautas, un piano y un violoncello, dedicado a Pleyel. Creyó haber encontrado de nuevo el sistema musical de los griegos y con él compuso un tercer modo: el modo helénico, cuya distribución armónica difiere esencialmente. Con ese modo compuso un oratorio que fue ejecutado en 1804, en el Templo de la Religión Disidente por los primeros artistas de la Opera con motivo de la coronación de Napoleón. Más de mil oyentes asistieron y comentaron la música elogiosamente. D’Olivet se ocupa de este descubrimiento en su opúsculo sobre la música. Se creyó que este muevo modo no es sino el tercer modo de Blainville (1751) preconizado por J.J.Rousseau. Sería más o menos nuestro antiguo modo plagal que subsiste en el canto llano.

Después de un viaje a Nimes y a Saint Hippolyte du Fort en 1804, d’Olivet publicó el “Troubadour” que dedicó a su madre y por el cual se le acusó de haber imitado demasiado a Mac-Pherson, colmando los vacíos de sus originales.

En 1805 se casó con la Srta. A.Warin de una familia originaria de los alrededores de Agen. Era instruida y autora también de apreciados escritos. Con ella fundó en silencio una familia donde las más acrecentadas virtudes fueron practicadas. En este retiro oscuro enteró su erudición pasmosa, con Elious Boctor, un intérprete árabe que había servido al primer cónsul en Egipto y que había traído consigo en Francia. Con él estudió todas las lenguas y los dialectos semíticos- Un Hindú de alta alcurnia le enseñó las lenguas arias, y tan sólo con la fuerza de su genio penetró el secreto de los jeroglíficos chinos. Al mismo tiempo, bajo la dirección de desconocidos, tal vez fueron esos dos orientales, se aplicó al manejo de ciertas fuerzas ocultas. Algunos de sus amigos lo vieron a menudo hacer venir de su biblioteca hasta su escritorio el libro que deseaba consultar, únicamente con su fuerza magnética. Cuando lo quería, tenía una conversación con el autor difunto del cual quería profundizar el pensamiento. En su esposa provocaba los más raros fenómenos de sonambulismo.

Fue durante esos diez años de estudios solitarios que escribió sus “Versos Dorados” que se publicaron solamente en 1813, con una dedicatoria a la sección de literatura del Instituto

Es también en esa época que el antiguo bienhechor de los ciegos, quien, por un procedimiento desconocido que se creyó encontrar en la interpretación de ciertos jeroglíficos, logró sanar a un joven suizo sordomudo, Rodolfo Grivel, y algunos otros. La madre de ese joven era una institutriz en la escuela de señoritas dirigida por Mme. Fabre d’Olivet hasta 1815. Entonces ya estaba terminada la “LENGUA HEBRAICA”, pero el Sr. de Montalivet ofreció tan sólo mandar a imprimir el primer volumen, desafiando al autor a probar sus alegatos. En contestación a esta apuesta, d’Olivet emprendió la curación del joven suizo, pensionista del abate Sicard. Pero las autoridades, malquistadas por una carta del estudiante Lombard, le prohibieron luego sus curaciones, ya que no tenía diploma de médico, y aún lo amenazaron con reducirlo a prisión en caso de reincidencia. Después de haber practicado el bien gratuitamente, se vio expuesto a toda clase de triquiñuelas policiales. Entonces d’Olivet, haciendo llegar sus reclamaciones por el escalafón jerárquico, llegó hasta la cumbre de la escala administrativa y obtuvo una audiencia del Emperador.

Se dice que en esta entrevista se atrevió a asumir ente el conquistador la actitud de un iniciado, portador de mensajes y de avisos misteriosos. Al parecer le propuso a Napoleón la creación de un imperio europeo, del cual sería él el jefe espiritual. El fin desgraciado de esta entrevista obligó a nuestro autor a volver a la oscuridad.

Por otra parte, había anteriormente celebrado en versos y en música la gloria del Emperador. Debajo de un retrato pintado por el célebre miniaturista Agustín, puso unos versos, y mandó a la Academia de las Inscripciones el siguiente dístico para el grupo de caballos de Corintio:

Fiers enfants du passé, portez a l’avenir
Des miracles présents l’inmortel souvenir

D’Olivet perseguía siempre la realización de su gran obra de etimología: “La Lengua Hebraica”, que consiguió hacer imprimir por la Imprenta Nacional en 1815, gracias a la intervención de Lazare Carnot, padre del San Simonismo. En 1825 esta obra colosal fue puesta en el Índice.

Con el propósito de hacer una gramática y un léxico de Oc, vino dos veces a las Cevenas y en su ciudad natal en 1816 y 1817, con cartas del Ministro del Interior. Durante esos viajes sanó siete sordomudos de los cuales dos volvieron a caer enfermos a causa de su imprudencia.

En esta época, disturbios matrimoniales perturbaron su hogar, se dedicaba a un culto. Las grandes ideas de la “Historia del Género Humano” y otras investigaciones más esotéricas le habían hecho emplear a su mujer de pitonisa; tenía una clarividencia análoga a la de las sacerdotisas de los misterios que él veneraba. Ella abandonó su hogar, inducida, según se dice, por intrigas clericales, y nuestro pitagórico al quedar solo tuvo que dar lecciones para vivir.

No es exacto que haya querido fundar una religión, pero estableció para él y para algunos de sus discípulos, un culto politeísta. Por lo demás había sido testigo del culto de los teofilántropos que presidía su amigo Valentín Hauy. Menos sabia que la de Fabre d’Olivet, esta religión cuenta hoy todavía con algunos adeptos en París.

Murió el 25 de marzo de 1825. El “Constitucional” le dedicó una necrología honorable. Alabó su ciencia, su noble desinterés, la austeridad de su existencia enteramente encerrada en un círculo de amigos íntimos. Dejó un hijo y dos hijas de 7 y de 18 años. Esta última murió hace muchos años en un incendio que destruyó al mismo tiempo cierta cantidad de notas, de retratos y de manuscritos, entre otros una traducción del Sepher en su sentido esencial.

Algunos autores pretendieron que d’Olivet murió al pie de su altar. Al parecer, según lo que Saint Ives d’Alveydre contó a Stanislas de Guaita, las líneas siguientes de Fabre des Essarts se acercan mucho a la verdad: “Se han visto estas almas grandes presas del delirio del sacrificio, inmolarse ante su ídolo. El irresistible deseo del más allá, más bien que el disgusto por la vida ha podido provocar semejantes suicidios. No sería Fabre d’Olivet alguna de esas víctimas y ese puñal, ese corazón herido, ese anciano botado en el fondo de un tenebroso santuario, todas esas cosas lúgubres que hemos visto en alguna parte, no sabríamos decir a donde, ¿No sería acaso una visión?

Leon Tournier Perron
Legado de la Orden Martinista con sede en Lyon, Francia